Volaré, como las imponentes águilas
lo hacen en los cielos. No me detendré, no tendré destino, viajaré sin rumbo
fijo. Sentiré, como el plumaje de mis alas bailan al compás de los vientos. Ni
lluvia ni huracanes me detendrán porque seré fuerte, resistiré el cansancio y los golpes que lleguen a presentarse, y si algún día el dolor se apodera de mi, marcharé
a la montaña más alta para dejarme caer al abismo y retomar el vuelo justo al
llegar a la tierra.
Iré a surcar nuevas praderas y
pastizales. Resistiré los fríos inviernos, porque no habrá nada que pueda
derrotarme ni hacerme caer. Sobrevolaré mares y océanos, porque es mi deseo
sentir la brisa del agua rosar mi rostro. Buscaré a Dios en las alturas, lo
conoceré, le hablaré, él me concederá el coraje para soportar este largo viaje.
Volaré, lo haré, y no habrá nada ni nadie que me impida esta anhelada migración.
Este soy yo, este es mi nuevo yo, un ave sin rumbo ni dolor.