Lo cazaron en
la selva cuando era pichón. A golpes de hacha volcaron el árbol donde tenía su
nido. Lo vendieron en la ciudad y preso
en una jaula pasó gran parte de su vida, ¡hasta que un día fue abandonado!...
Éste guacamayo nunca había visto un pariente. Ahora, de regreso a la selva, no
se entiende con lo demás guacamayos. Acurrucado en un rincón, tiembla y llora,
se arranca las plumas a picotazos, tiene la piel sangrienta y desnuda.
"Tomado del libro de Ciencias I Telesecundaria. Sé que no suelo plagiar textos, pero éste en particular me agradó, además, me sentí bastante identificado."