Después de que decidiste no saber de mí por una temporada, ya no quise continuar refugiándome en mi habitación. Necesitaba, una distracción que me ayudara a olvidar el dolor al que me estaba enfrentando, y pensé, que sería bueno salir a andar y tomar el aire del verano. A pesar de que emocionalmente me encontraba mal, y a pesar del inmenso calor, partí a las seis de la tarde. En la vereda, iba recordando todo lo que ha pasado durante estos meses, en las cosas que he hecho para velar por tu bienestar; ¡y vaya!, nos hemos enfrentado a una difícil situación.
Pero ha sido una situación que creo a ambos nos ha dejado experiencias maravillosas. Jamás en mi vida imaginé que el destino me tuviera preparado este camino lleno de secos y radiantes paisajes. En aquellos momentos, mis reflexiones me hicieron anhelarte; extrañé tu mirada; tus abrazos; tus besos; tus caricias. Son ya diez días sin saber de ti, y sin ti, no soy nada. Para calmar un poco mis ansias de verte, a mi regreso me dispuse pasar por tu casa. Al llegar, decidí esperar y simular que todo era una casualidad, pues no quería faltar a nuestro pacto.
Sin embargo, los minutos pasaron, y cuando estaba decidido a marchar, te vi. Caminabas tan rápido que no supe si ir atrás de ti tratando de alcanzar tus pasos. Además, me pareció que llevabas prisa, tal vez te dirigías a un lugar importante, y yo, no quería ser la razón de tu distracción. Cada vez más te ibas alejando. No pude luchar contra las calles que en ese instante se convirtieron en oscuros y largos pasillos, por eso, me di la vuelta, y sin mirar atrás, permití que continuara el silencio.