miércoles, 11 de mayo de 2011

Deseos ocultos


Si hay algo que disfruto hacer cuando estoy contigo, es acariciar tus nalgas por encima de tu vestido. Me gusta sentirlas e irme adueñando de ellas sigilosamente. Por tu parte, no hay reclamos, sólo suspiras y cierras los ojos. Y saber que al recorrerte con mis manos no me desprecias, haces que en mi interior nazca una ardiente ráfaga de calor. Pero éste, es un calor diferente que me obliga a darte la vuelta y pegarte a la pared.

La fuerza de mis brazos te deja sin defensas, y es realmente irresistible calmar la urgencia de descender a tus rodillas y lentamente subir a tu cintura esa prenda holgada. La vista de tu posición obliga a mis instintos a liberar mi pene que ya chorrea las primeras gotas de lujuria. Inútilmente trato de introducirme en esa guarida fría y oscura. Es difícil, pero me voy abriendo camino poco a poco. Me dices no, pero mi excitación es tan grande que mis esfuerzos han vencido tu negación.

Suplicas que me detenga, pero sé perfectamente que dentro de ese grito de clemencia hay una voz escondida que pide cada vez más y más. No trates de ocultar tu placer. Aprisiona mis movimientos insistentes como sólo tú sabes hacerlo. Impúlsame a escupir el veneno que ha de inundar las entrañas de aquello que es imperfección de lo moral. Suspira y descansa, que ya has saciado completamente mi apetito.

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