Ha llegado el momento de
partir, y me voy, me marcho, con un enorme vacío en mi corazón. Todos estos
días, por las mañanas, por las noches, han rondado por mi cabeza las palabras
que me dijiste, y hasta hoy, siguen tan presentes como aquella tarde. Todos me
dicen que el tiempo pasará, que olvidaré, pero me cuesta tanto creer que lo
haré porque tu imagen y tu aroma no logran despegarse de mi mente. He imaginado
estar en un horrible sueño, pero la realidad me demuestra que no, que no estoy
soñando, tú te has ido para siempre, llevándote la luz de mi alma y abandonándome
en esta oscura habitación en donde la soledad no deja de tocarme la espalda.
En ocasiones me pongo a pensar
en lo que vivimos, en lo que fuimos, en lo que pudimos ser, tantos y tantos
recuerdos que me hacen llorar, reír, suspirar,
anhelar... Ojalá que aunque los años pasen, guardes una linda semblanza de mí,
que nunca olvides que en tu vida existió Alberto Sánchez Beltrán, un ser que te
amó por la infinita bondad y ternura que siempre demostraste a mis ojos. Y no,
no te odio, ni te guardo rencor, al contrario, pido a Dios que seas feliz y
construyas algo hermoso que dure para toda la vida, y te confieso todo esto,
porque gracias a ti pude darme cuenta de lo bello que es vivir. A tu lado,
aprendí a amar, y por eso, por todo lo que me enseñaste, te estaré eternamente
agradecido.