Me vi triste,
desolado, aislado, sin refugio alguno, y un día, un buen día, me miré en el
espejo y me dije: “No, no es el fin, yo decidiré cundo llegue mi fin, y estoy
seguro, que no será pronto”. Tengo veintidós años, tengo muchos caminos por
recorrer, mucho por amar, mucho por vivir. Y me convencí, me di cuenta, que mi
vida aún no termina. Existen demasiados faros iluminándome a mis espaldas, regalándome
un nuevo amanecer intenso y cálido, mostrándome, puertas que esperan en calma
ser abiertas. Mi vida aún no termina, yo lo he querido así, y Él me dará la
fuerza necesaria de continuar.
sábado, 11 de agosto de 2012
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