Una parte de mi
amor quedó allá, entre las cuatro paredes del hotel que fue el nido de nuestras
visitas nocturnas. Quedó, entre nuestros besos, en las caricias a mi cuerpo. Vive,
en el rocío de los amaneceres y aún respira en los valles de los campos que se
cubrían de colores galantes con nuestra presencia. Existe, en la azotea de tu
casa iluminada por la luz de la luna. Habita, en el tráfico de la ciudad; en sus
calles, en sus aceras, en los parques, en el subterráneo…
Si, una parte
de mi amor, de mi espíritu, todavía aguarda en el balcón donde esperaba tu
llegada al anochecer. Duerme, en la intimidad de lo que una vez fue mi
habitación, entre las sabanas que cubrían mi cama, en la ducha, en la sala. Mis
ojos, continúan buscándote. Mi piel, aún dormita serena esperando el aliento de
tu boca sobre ella. Y mi corazón, que fue amado por rostros desconocidos, sigue latiendo para hacerme recordar que lo más importante que aprenderé en la vida es: A AMAR.
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