Padre, a ti
no puedo ocultarte nada, y por más que finja estar bien o me esfuerce en tratar
de esconder mi lastimado corazón, sabes lo que en realidad pasa. Sé que he
herido a mucha gente, y es por esa misma razón que me pregunto si este es el
castigo que me he ganado. No lo sé, no logro comprender el por qué. Me siento
solo, quebrantado, quisiera tener la fuerza necesaria para destruir aquello que
me aflige y gritar de coraje en un lugar donde la gente no escuche mi desesperación.
Por favor, abrígame y compadécete de mí. Sé que no soy uno de tus hijos más fieles, pero con el corazón en mis manos te confieso que necesito de tu protección. Tengo la seguridad de que no me juzgarás, porque has visto mi llanto y mi necesidad de encontrarme conmigo mismo. Te pido, que no olvides mis oraciones, no sé si las has escuchado, pero cada noche están ahí, implorándote perdón y la cordura para sobrellevar todas estas cosas. Si mi destino es este, tan solo ayúdame a entenderlo.
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