Y bien, amor,
heme aquí, necesitado de ti. Reposando en mi alcoba y anhelando tenerte en mis
brazos. Pensando, imaginando, en la esencia de tu aroma que poco a poco va
penetrando en mi olfato, y llega a lo más profundo de mi espíritu, al alma de mí
ser. Y tu sonrisa, ¡oh si, tu sonrisa!, dulce
gesto de tus labios que me colma de armonía al observarte así, en paz, en
serenidad, en calma con la unión del sentimiento al que le has dado una morada.
Y bien, amor,
heme aquí, despojado de ti. Tachando días a un calendario que va creciendo y
creciendo cada minuto. Ansiando, planeando, la próxima vez que te vuelva a ver,
quizá una mañana, quizá una tarde, quizá con un café, quizá con un una cena, pero
cuando llegue ese momento, estaré feliz, estaré completo. Y mi corazón, ese loco
vagabundo, se regocijará con tu presencia, volverá a latir, y te pedirá, te
rogará, que no te alejes más.
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