Te escribo
hoy, para que no olvides y comprendas, que pertenezco a ti. Porque no hay
momento del día en que tu imagen no venga a mi mente. Mis manos, mi piel, mi
ser, son tuyos; guárdalos, aliméntalos, protégelos.
Y a pesar de la distancia,
a pesar de los tiempos de nuestras generaciones: te amo, y he decidido amarte y
entregarme completamente a ti, porque tienes muchas virtudes que son bellas e
irreemplazables a mis ojos.
Corazón blanco, te escribo hoy, porque no quiero
que pases otro día sin saber que eres mi tesoro, mi
vida, mi todo. Mi lucero resplandeciente que estoy dispuesto a proteger hasta el momento en que Dios y tú, me lo permitan.
Te adoro.
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