jueves, 30 de diciembre de 2010

Mea Culpa


Desde aquella noche en que la hice mía un perverso insomnio se ha apoderado de mí. No logro conciliar el sueño, es una pelea inútil en la que siempre soy el perdedor. Es tanta mi desesperación que he llegado a tener miedo de que llegue la oscuridad a mi ventana. Mi mente no me permite siquiera entrecerrar los ojos, si lo hago, escalofríos espantosos recorren mi cuerpo. Así pasan las horas nocturnas, y yo, en vela. Una crisis de terror se sienta a las orillas de mi cama. No puedo dormir. No puedo descansar.

Se hace presente. La veo. La siento. Puedo acariciar su piel desnuda. Oler su fatal aroma. Sus ojos negros y redondos son. Maldita tentación que me cegó completamente. Probé de sus mieles y me encarceló en su prisión de lujuria y pecado. Todo eso me quema y hace que pierda la razón. Impuro deseo. No, no puedo. Mi culpa no es. Ella me embrujó. Fue ella quien la llama encendió. Estoy viviendo en un cáliz de arrepentimiento. Ten piedad de mí. Es más fuerte el demonio que el mortal.

sábado, 25 de diciembre de 2010

La espera [Parte I]



Amada. Mis días ya no han vuelto a ser lo que eran. Has entrado a mi corazón, pero siento que yo aún no logro entrar en el tuyo. No he de negarte que en repetidas ocasiones haya pensado darme por vencido. Terminar de una vez por todas con este dolor que me carcome poco a poco el alma. Borrar de mi semblante la amarga tristeza y la falsa felicidad que se han adueñado de mis restos. Me has visto llorar por ti. Me has visto necesitar tus brazos. Me has visto entregarte mi vida. Pero tú, al observarme tan destruido, simplemente me consuelas. Te he implorado más de mil maneras que me hables con la verdad, que me digas lo que vive en ti, el sentimiento que guardas, o que tal vez, nunca has guardado. Pero callas y bajas tu mirada. Y yo, trato de no ser el causante de tu agobio a través de una fingida sonrisa. En esos instantes mi papel de ventrílocuo sale a escena, como muestra del amor y el cariño que te tengo. Y tal vez, para continuar mintiéndome de que sientes algo por mí, pero que no estás preparada para demostrarlo.

En mi oscura habitación espero en silencio. Anhelando un llamado que muy pocas veces llega. Pero que cuando lo hace, una sensación de regocijo recorre mis venas. Ya no sé qué hacer. Ya no sé qué decir. No sé a quién implorar. Mi voz a lo lejos grita tu nombre, pero ese grito se pierde con el solemne viento de la tarde, mezclándose con todas mis oraciones dirigidas a ti. Tú eres la dueña de mi destino. Un destino que puedo pasar a tu lado, o un destino que me arrojará al abismo de mi soledad. Fuera cual fuera el camino que he de andar, viviré agradecido por todo aquello que me diste, aunque poco, sé que fue lo que tu corazón te permitió darme. En mi espera por ti no te he de reprochar nada. No habrá odio. No habrá rencor. No después de todo lo que me haces sentir. Por mi parte, estaré aquí, como siempre lo he hecho en cada estación. Mi debilitada mascara continuará puesta hasta que llegue el momento. Por lo pronto, aguardaré. Para morir, para vivir.

viernes, 24 de diciembre de 2010

La noche


Noche, te has convertido en la única testigo de mis pasos. Pasos que me dirigen a ella. Pasos silenciosos. Pasos que ruegan por no ser descubiertos.

Noche, con tus ojos te has dado cuenta del amor. Un amor casi imposible. Un amor que debe ser a escondidas de todos. Un amor que es más mío que de ella.

Noche, sólo tú me has visto llorar. Me has visto vivir en la zozobra y en la incertidumbre. Me has visto dejar de ser yo. Me has visto rezar por su corazón.

Noche, conoces mi desdicha. Conoces las migajas del cariño. Conoces las frases y momentos cortantes. Conoces las palabras que se ha llevado el viento.

Noche, la incondicional, la que no juzga y no juzgará. Noche, dueña y señora de las cosas del amor. Protégela. Cuídala. Otórgame a mí las desdichas.

Un inocente capricho


Hoy... con toda la pasión que duerme en mí, anhelo:

...PENETRARTE...

¿Cumplirás mi deseo?

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Qué por qué te amo?


Te amo porque con una simple mirada logras agitar mi corazón
Te amo porque tus inofensivos besos aceleran mi respiración
Te amo por el instinto animal que guardas muy en tu interior
Te amo porque el sabor de tu piel me recuerda a un durazno
Te amo porque me gusta morder tus erectos y oscuros pezones
Te amo por ese combinado negro que te pones celosamente para mí
Te amo por cómo te vas desnudando a mi perverso antojo
Te amo porque eres complaciente a mis caprichos y voluntades
Te amo por la manera sumisa en que te dejas caer entre mis brazos
Te amo por tus suaves suspiros que me dejan sentir tu placer
Te amo por la entrega de tu cuerpo que suda mi nombre
Te amo porque mi satisfacción importa más que la tuya
Te amo porque eres mi amante incondicional que nunca dice no
Te amo.

martes, 14 de diciembre de 2010

Navegante


En el puerto de los deseos me despedí de ti. No hubo tripulación, no llevé equipaje, ni mapas marítimos. Simplemente, me aventuré a tierras desconocidas. Me encontraba ansioso por zarpar, y ante tal ansiedad, fueron elevadas las anclas de mi barca. Me dirigí al timón, y me embarqué lentamente en aquel océano que inicialmente se encontraba sereno, pero que al irlo explorando, poco a poco se iba agitando. Fuertes olas ultrajaban el bote, eran tan poderosas y solemnes que incluso golpeaban mi rostro. Su apetito de poder hizo tambalearme y caí al estremecido mar.

Nadé y nadé tratando de no ahogarme en su sed de muerte. Mis movimientos eran inútiles, no podía luchar en contra del calor que en ese momento envolvió mi cuerpo. El desenfreno de esas paredes de agua hizo que me sumergiera completamente, y ya no pude salir. Fue entonces que perdí el conocimiento y no tuve noción alguna de lo que pasó conmigo. Desperté sobre una solitaria playa de satisfacción. En sus orillas, un muelle en el que todavía se me puede ver sentado en silencio esperando volver a navegar en el profundo mar de tu entrepierna.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Abrázame



Cada mañana mi cuerpo busca al tuyo para protegerse del frío. Es un frío que lastima los huesos, que hiere, que fractura mi piel. Imagino que te encuentras a mi lado, e instintivamente abrazo mi almohada al querer refugiarme. Pero entresueños me doy cuenta que nuevamente mis ilusiones me han hecho otra de sus jugarretas. El salir a las heladas calles empeora mi situación de soledad. No quiero abandonar mi habitación, no quiero ir. Sin embargo, mi rutina habitual me obliga a tomarla de la mano. Camino lentamente y cabizbajo, como si no quisiera llegar a mi destino. Pero el deber llama y el tiempo me murmura que se me hace tarde.

Te veo de pie. Rodeada de las personas con las que convives día a día, y que sin querer, también conviven conmigo. La única diferencia que existe es que ellos no tienen idea de lo que sucede entre nosotros. Un saludo cortante habla por los dos. Muy en mi interior la incertidumbre me invade. Al parecer no te das cuenta de lo difícil que es para mí; de la necesidad que tengo de tus labios y dejar de vivir bajo tus sombras. Imploro que regreses tu mirada, mis ojos tienen algo que decirte, pero te alejas como si fuera un desconocido, y lo único que permanece es tu suave aroma, y yo, sólo puedo escuchar mi silencio decir: "Abrázame por favor".

jueves, 9 de diciembre de 2010

Con zapatos de tacón


Ya no es secreto para los que leen este blog acerca de la presencia de mi enérgica ama en mi vida. Su apariencia impone una imagen que me incita una humillación que no puedo evitar. Todo en ella me despierta un gran deseo de servirle. Y ella, se siente poderosa de tener a sus pies tanta complacencia. Puede hacer conmigo lo que sus apetitos sexuales más sucios le provoquen. No puedo decirle que no, no, no puedo negarme a consentir sus caprichos. Mi existencia y pensamiento le pertenecen, es mi ama, mi dueña, ella lo sabe perfectamente, y quizá saberlo le ha valido para que en cada vez que sucede me exija a gritarle vigorosamente: “Soy tuyo”. Pero he de confesar que lo que hace no me es indiferente, me causa un gran placer, me excita, me provoca cumplir sus órdenes para que esté satisfecha, para que no se vaya de mi lado, para que nunca olvide que inclusive mi amor le pertenece.

Una vez, me visitó después de que el sol muriera cruelmente a manos de la luna. Tocó el timbre, y al abrir, mi ama con una brillante caja roja. No consintió en dejar saludarla, me tomó de la mano, y dirigiéndome, subimos por las escaleras hasta llegar a mi habitación. No dejó que de mi boca saliera palabra alguna, solamente con un movimiento brusco me empujó con sus manos y caí de espaldas sobre el alfombrado suelo. De la caja, vi como sacó un par de zapatillas. Eran de un color negro resplandeciente, y eran adornadas con un puntiagudo y metálico tacón. En ese momento quedé inmóvil, y sólo pude observar como se las iba poniendo lentamente para enseguida oír de sus labios: “Relajate”. Sentí como esos afilados tacones recorrían mi espalda muy suavemente, hasta que ella dejó caer su cuerpo sobre mí. Un intenso dolor se hizo presente. Sentir sus pasos era como miles de espinas enterrándose agudamente en mi ser.

No encuentro palabras que puedan contar completamente esa sensación. Pero puedo describir mi espalda llena de llagas provocadas por esos altos tacones de mi señora. Mi piel en carne viva por el poder de esas sensuales pisadas. Mi sangre que escurría sin control como el rio que se ha desbordado de su cauce. Y yo, rendido a sus pies. Y ella, poco a poco acercándose. Besando delicadamente las profundas marcas que me dejó, pero que produjeron un exquisito placer en ambos. Me recosté en su regazo, y dulcemente acarició mi cabeza con las yemas de sus dedos. No dijimos nada; nuestras miradas hablaron por nosotros. Esa vez, quedé profundamente dormido. Al despertar me di cuenta que se había marchado. No pude despedirme. Pero en la cómoda me dejó una nota donde me ordenaba que la esperara en la próxima luna llena, y sobre la cama, un par de zapatos de tacón manchados con sangre.