Cada mañana mi cuerpo busca al tuyo para protegerse del frío. Es un frío que lastima los huesos, que hiere, que fractura mi piel. Imagino que te encuentras a mi lado, e instintivamente abrazo mi almohada al querer refugiarme. Pero entresueños me doy cuenta que nuevamente mis ilusiones me han hecho otra de sus jugarretas. El salir a las heladas calles empeora mi situación de soledad. No quiero abandonar mi habitación, no quiero ir. Sin embargo, mi rutina habitual me obliga a tomarla de la mano. Camino lentamente y cabizbajo, como si no quisiera llegar a mi destino. Pero el deber llama y el tiempo me murmura que se me hace tarde.
Te veo de pie. Rodeada de las personas con las que convives día a día, y que sin querer, también conviven conmigo. La única diferencia que existe es que ellos no tienen idea de lo que sucede entre nosotros. Un saludo cortante habla por los dos. Muy en mi interior la incertidumbre me invade. Al parecer no te das cuenta de lo difícil que es para mí; de la necesidad que tengo de tus labios y dejar de vivir bajo tus sombras. Imploro que regreses tu mirada, mis ojos tienen algo que decirte, pero te alejas como si fuera un desconocido, y lo único que permanece es tu suave aroma, y yo, sólo puedo escuchar mi silencio decir: "Abrázame por favor".
Te veo de pie. Rodeada de las personas con las que convives día a día, y que sin querer, también conviven conmigo. La única diferencia que existe es que ellos no tienen idea de lo que sucede entre nosotros. Un saludo cortante habla por los dos. Muy en mi interior la incertidumbre me invade. Al parecer no te das cuenta de lo difícil que es para mí; de la necesidad que tengo de tus labios y dejar de vivir bajo tus sombras. Imploro que regreses tu mirada, mis ojos tienen algo que decirte, pero te alejas como si fuera un desconocido, y lo único que permanece es tu suave aroma, y yo, sólo puedo escuchar mi silencio decir: "Abrázame por favor".
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