jueves, 8 de octubre de 2015

El risco


Y fue así como me lanzaste al precipicio de mi desgarrada voluntad, despojándome de la razón y de los propios límites de mi cuerpo que ahora yace desnudo ante ti. Y aunque  en esa expulsión al vacío mi cordura gritaba que al caer no habría red para sostenerme, mi alma clamaba que me entregara y te amara de la manera en la que el tiempo y la luna me han enseñado a amar.

En esa caída, mis sentimientos renacieron, y mi corazón, que no dejaba de contraerse por el miedo, se cubrió de fuerza para afrontar toda adversidad. Incluso mis alas, que nunca antes habían titubeado y que me habían llevado por lo más alto de los cielos, aceptaron en silencio las razones de todo lo que sucedía; dejándose llevar junto conmigo a la profundidad del abismo.

Fue unos metros antes de tocar fondo que te busqué, estabas ahí, observándome de pie con tus ojos llenos de nobleza y tus brazos extendidos esperando mitigar el golpe. Y me di cuenta que había hecho lo correcto, que a pesar de todo, Dios había sido benevolente y nos había puesto en los mismos caminos para transitarlos juntos hasta que un día, nos lacemos los dos nuevamente al vacío.

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