Eres buena estudiante, una hija prodigio y el trofeo de tu novio. Quienes tienen la dicha de conocerte admiran esa presencia que impones en el sitio al que te diriges, lo que ellos no saben, es que bajo ese inocente rostro vive una férvida loba con piel de cordero.
Una loba que se ha visto obligada a encubrir su verdadera imagen, y que forzada a jugar cánones sociales que odia y la hacen vomitar. En mí has encontrado una salida a la fría cárcel que rodea tu existir, convirtiéndome en el testigo de tus deseos más oscuros y perversos.
Conmigo no tienes que reprimirte, conozco tu virginal cuerpo y lo que te hace vibrar, gemir y estremecerte locamente cuando te toco. En la alcoba te gusta que lleve el control, amas ser la frágil presa, te mueres por ser mancillada y ultrajada delicadamente, te gusta.
La ardiente lujuria y la pasión son las señoras de tus juegos sexuales; juegos que te convierten en una jugadora dócil y sumisa, pero que te embriagan de placer. Existe una inviolable regla que me has hecho memorizar y jamás olvidar: “Ser tu sanguinario y cruel verdugo”.
Te regocija el dolor, gozas ser castigada por tu complaciente dueño. En esas cuatro paredes has sido vejada y utilizada a mi antojo. Disfrutas ser azotada para después lamer y besar tus heridas. Ver escurrir sangre fresca de tus llagas es una escena orgásmica.
Todo esto es lo que disfrutas hacer conmigo, nadie lo entenderá. Tu posición de familia te ha orillado a ser un títere de sus deseos. Tu pareja sólo ha sabido engañarte y lastimarte con sus mentiras, y yo, no soy más que parte de lo que esconden tus instintos carnales.
Una loba que se ha visto obligada a encubrir su verdadera imagen, y que forzada a jugar cánones sociales que odia y la hacen vomitar. En mí has encontrado una salida a la fría cárcel que rodea tu existir, convirtiéndome en el testigo de tus deseos más oscuros y perversos.
Conmigo no tienes que reprimirte, conozco tu virginal cuerpo y lo que te hace vibrar, gemir y estremecerte locamente cuando te toco. En la alcoba te gusta que lleve el control, amas ser la frágil presa, te mueres por ser mancillada y ultrajada delicadamente, te gusta.
La ardiente lujuria y la pasión son las señoras de tus juegos sexuales; juegos que te convierten en una jugadora dócil y sumisa, pero que te embriagan de placer. Existe una inviolable regla que me has hecho memorizar y jamás olvidar: “Ser tu sanguinario y cruel verdugo”.
Te regocija el dolor, gozas ser castigada por tu complaciente dueño. En esas cuatro paredes has sido vejada y utilizada a mi antojo. Disfrutas ser azotada para después lamer y besar tus heridas. Ver escurrir sangre fresca de tus llagas es una escena orgásmica.
Todo esto es lo que disfrutas hacer conmigo, nadie lo entenderá. Tu posición de familia te ha orillado a ser un títere de sus deseos. Tu pareja sólo ha sabido engañarte y lastimarte con sus mentiras, y yo, no soy más que parte de lo que esconden tus instintos carnales.
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