miércoles, 30 de septiembre de 2015

El vuelo errante


Y fue entonces que el viento me llevó a una nueva morada. En mi adiós, tuve que abandonarme a mí mismo. Tuve que despojarme de afectos, memorias y pasiones. También de historias, besos y risas. Quedó atrás mi pasado, un pasado que forjé con cada momento de alegría y de tristeza. Pero no, no lo oculto, está ahí, resguardado en lo más profundo de mí ser, y vive, no para olvidarlo, sino para aprender de él. Para recordarme, la fortaleza que tengo, y la fragilidad que dormita en mi alma. 

Si, el viento fue benevolente, porque en cada tarde de otoño su brisa me invitaba a otros horizontes, y yo, por duda, por miedo, rechazaba su invitación a la calidez del paraje en el que hoy me encuentro. Probablemente los años tengan preparado un nuevo viaje, pero por ahora, mi estancia en el espacio donde me encuentro me da la tranquilidad que tanto he anhelado. Y tengo la seguridad que ya se han empezado a escribir un sinfín de nuevos episodios a mí historia que me harán feliz.