viernes, 19 de junio de 2015

Confesiones del corazón


Cariño mío, sol resplandeciente de mis noches, han pasado, sólo algunos días desde la última vez que estuvimos juntos, sin embargo, te he de confesar, mi amor, que desde que partí de tus brazos he comenzado a extrañarte, con tal desesperación, como si tu presencia hubiera estado ausente desde hace años. Sí, es raro, y por más que lucho, por más que trato de encontrar serenidad en este sentimiento de lejanía, no puedo, me es muy difícil, y conociéndome, eso sólo puede significar una cosa: estoy enamorado de ti.

Y he logrado palpar ese ramillete de hermosas emociones, porque complementas mi universo, porque cada vez que te observo puedo sumergirme en tu mirada, porque me encanta tu sonrisa, porque a cada imperfección tuya le he dado una razón para quererla, porque eres, simplemente, tú. Si mi vida, mi tesoro, te adoro, te amo, y te seguiré amando como muy pocos saben hacerlo; más allá de la luna, más allá del que dirán, más allá de la razón, te amaré, con el corazón, como sólo yo sé amar; con los ojos cerrados.

lunes, 8 de junio de 2015

Te escribo hoy


Te escribo hoy, para que no olvides y comprendas, que pertenezco a ti. Porque no hay momento del día en que tu imagen no venga a mi mente. Mis manos, mi piel, mi ser, son tuyos; guárdalos, aliméntalos, protégelos. 

Y a pesar de la distancia, a pesar de los tiempos de nuestras generaciones: te amo, y he decidido amarte y entregarme completamente a ti, porque tienes muchas virtudes que son bellas e irreemplazables a mis ojos. 

Corazón blanco, te escribo hoy, porque no quiero que pases otro día sin saber que eres mi tesoro, mi vida, mi todo. Mi lucero resplandeciente que estoy dispuesto a proteger hasta el momento en que Dios y tú, me lo permitan.

Te adoro.

domingo, 7 de junio de 2015

Regresa, porfavor regresa


Y bien, amor, heme aquí, necesitado de ti. Reposando en mi alcoba y anhelando tenerte en mis brazos. Pensando, imaginando, en la esencia de tu aroma que poco a poco va penetrando en mi olfato, y llega a lo más profundo de mi espíritu, al alma de mí ser. Y tu sonrisa, ¡oh si, tu sonrisa!, dulce gesto de tus labios que me colma de armonía al observarte así, en paz, en serenidad, en calma con la unión del sentimiento al que le has dado una morada.

Y bien, amor, heme aquí, despojado de ti. Tachando días a un calendario que va creciendo y creciendo cada minuto. Ansiando, planeando, la próxima vez que te vuelva a ver, quizá una mañana, quizá una tarde, quizá con un café, quizá con un una cena, pero cuando llegue ese momento, estaré feliz, estaré completo. Y mi corazón, ese loco vagabundo, se regocijará con tu presencia, volverá a latir, y te pedirá, te rogará, que no te alejes más.

miércoles, 3 de junio de 2015

Te dejo en libertad


Hace exactamente dos años, recibí una noticia que me anunciaba las dificultades a las que me enfrentaría para estrecharte en mis brazos. Me destrozó, y lloré, lloré sin hallar consuelo en las palabras de aliento que muchos me daban. Me sentía devastado, inservible, probablemente, porque en esa época eras lo que más anhelaba. Debo confesarte también, que caí varias veces, maldiciendo e insultando mi condición. Busqué refugio en un sinfín de cosas materiales, en personas y en excesos que algunas veces quisiera borrar de mi memoria. Y no, no trato de excusarme contigo, pero en aquellos momentos necesitaba olvidar todo lo que pasaba, y de alguna forma, sentirme bien conmigo mismo a pesar de tu ausencia.

Pero ha pasado el tiempo, muchos episodios han ocurrido; algunos para bien, otros para mal. Mis prioridades han cambiado, ya mis intereses son otros, incluso, un yo interior se ha reencontrado consigo. Poco a poco he ido aceptando los planes que la vida ha puesto en mi camino. Y en conjunto con la paz en la que me encuentro, he centrado mi mirada en perseguir otros horizontes, y he tomado nuevas decisiones que estoy seguro me harán feliz. Y te lo doy a conocer, porque necesito liberarme, dejarte ir, y permitirte que otras manos te arrullen, dándote los cuidados y el cariño que necesitarás para crecer. Y aunque físicamente no te haya conocido, y no haya escuchado tu llanto, vivirás por siempre resguardado en mi corazón.

martes, 2 de junio de 2015

El engaño


“E”, viene de lejos, bastante lejos, y llegó a mí, por casualidad; una mañana de la recién comenzada primavera. Y desde que noté su presencia a lo lejos, despertó mi libido. Se acercó, y sin cruzar demasiadas palabras me llevó a una habitación tranquila, iluminada por una ventana donde entraba una serena corriente de aire. Juntos los dos, presté atención a su figura. Se dio cuenta que le observaba, y me besó, nos fundimos en un beso suave y lento, acompañado de caricias que poco a poco me iban perdiendo en el halo de excitación que nos rodeaba. Mis manos, se iban deslizando hasta despojarle de sus ropas.

Pude observar su piel blanca e imberbe, y sin preguntarle, le recosté bajo de mí. Sentí su cuerpo junto al mío. Abrí sus piernas, y obsérvarle así, tan dócil, tan de mi propiedad, me excitaba cada vez más. Me aprisionó con sus muslos y comencé a rozar mi pene en su entrepierna, la sensación era placentera. Apreciaba sus gestos, sus gemidos, sus suspiros, su entrega. Y en un instante de pasión desencadenada, le di vuelta, y se dejó, no opuso resistencia. Admiré su espalda, pasmé mi atención en la línea que nace de su nuca, que recorre su espalda y se pierde en el centro de sus nalgas. Era tan exquisita esa escena que hundí mi impaciente lengua en sus protuberantes glúteos y conocí un deleitable sabor que aún continúa impregnado en mi paladar.

Empapados los dos, no resistí, y penetré aquél agujero que palpitaba por sentirse invadido. Lentamente comencé a moverme, y con cada movimiento, me hundía más y más en ese cálido rincón. La sensación de abrirme paso a pesar de su dolor era sensacional. Mi pene jamás había estado tan apretado en un culo tan complaciente como el suyo. Ebrio de pasión, quise darle a probar de mi hombría, y acerqué su boca a mi erección. Empezó a succionar, y lamía de arriba a abajo como si esperara con ansias el regalo que se da a las putas que han hecho bien su trabajo. Su lengua, su mirada, eran el complemento perfecto, yo sólo me recosté y dejé que hiciera lo suyo. ¡Y vaya que lo sabía hacer!

Pasados algunos minutos inundaba su boca con mi semen, quise que se lo tragara, y lo hizo, lo hacía desesperadamente; por complacencia, por sumisión. Se recostó a mi lado y nos perdimos en un profundo sueño. Sueño que terminó al momento de partir, nos dijimos adiós. Pero tiempo después nos encontramos nuevamente, lo hicimos, no recuerdo cuantas veces, pero yo quería más y más, y la única manera de conseguirlo, era lograr enamorarle y hacerle sentir especial para así obtener a toda hora y a cualquier momento el sexo que tanto me había gustado.