lunes, 31 de enero de 2011

Un inocente capricho


Hoy... con toda la pasión que duerme en mí, anhelo:

...MORDERTE LOS SENOS...

¿Cumplirás mi deseo?

martes, 25 de enero de 2011

Me dices adiós


Me dices adiós, me dices que te vas, que no te fue suficiente el amor tan bello y puro que te entregué a cantidad. Pero antes de partir, antes de que me dejes en el olvido, antes de que tomes tu equipaje y te alejes con la brisa de la primavera, tengo algo que decirte: Pequé al querer alcanzar una ilusión que desde siempre supe que no podía ser, sin embargo, esa ilusión era más fuerte que toda razón, y no pude luchar contra ella. A pesar de todo, seguí adelante, no bajé la mirada, inluso, aspiré por el día en que todo el sacrificio sobrehumano que había hecho por ti sería recompensando por tu amor que tanto necesitaba. Pero ya ves, mi amor, que el destino nos ha trazado caminos diferentes. Me dejas a la deriva sin otra cosa más que mi corazón hecho pedazos, pedazos, que todavía no he podido encontrar.

Tuviste en tus manos mi salvación, tal vez nunca te diste cuenta de eso, y es una lástima que hasta hoy lo sepas. Pero ya no sirve de nada, te marchas, y no puedo detenerte, no después de haberte esperado tanto tiempo y haber vivido bajo la sombra de tu existencia. Hoy, me ha tocado perder, hoy, lloro amargamente tu partida, hoy, regreso al oscuro callejón de donde nunca debí salir. Estúpidamente quise engañarme con absurdas promesas y falsos juramentos. Lo único que conforta mi espíritu, es que como yo estarás sufriendo a diario. Lo sé, porque el cariño que te tuve jamás lo volverás a probar. Jamás tendrás a tus pies a otro ser que quiera dar su vida por tu felicidad. Nunca escucharás de otros labios un “Te amo” que nazca desde el interior de su alma. Sabes que así es, y así será.

¿Te quedas?
Bien.
Me voy yo.

domingo, 23 de enero de 2011

Ella me enseñó


Contigo, el sexo siempre fue una entrega total, sin prejuicios ni preguntas, sin rechazos ni condenas. A tu lado, el placer que me dabas era intenso. Me sentía vivo, enérgico, amado. Bastaba con un simple beso de tus labios para que lograras encender mis pasiones más oscuras. Conocías mis debilidades, mis pretensiones, mis ganas de poseerte y, por supuesto, mi amor por tus palabras sucias que endulzaban mi oído y que me envenenaban con deseos de lujuria. Tú, me diste a morder de tus manos la manzana del huerto, una manzana que disfruté a mi antojo.

Pero te he de confesar, que desde tu partida ya nada ha sido igual. Ya no ha renacido lo que tan perfectamente me hacías sentir. Ese fruto prohibido que me dabas a placer no lo he vuelto a encontrar. He intentado engañar mi apetito con caricias falsas y ojos que me juzgan. Todo ha sido en vano. Tú eras especial, eras única, una entre tantas. No he podido olvidarte. La realidad me dice que jamás conoceré a otra mujer que sepa hacer lo que con amor me enseñaste. La vida, me ha orillado a un juicio que lleva por nombre "CORRECTO Y PECADO".

sábado, 22 de enero de 2011

Aquellos días...


Ha pasado el tiempo, bastante. Tanto, tanto de lo que mi memoria puede hacerme recordar, y a pesar de todo, a pesar de los meses, tu nombre continúa grabado muy dentro de mi corazón. Cuando despierto, los primeros rayos de sol me hacen recordar las mañanas que contemplamos juntos, acompañados con el humeante café y con una de azúcar que tanto te gustaba. Al bañarme, todavía puedo sentir tus suaves dedos recorriendo mi espalda, procurando limpiar lugares que no podía alcanzar. Al vestirme, aún siento que me cubres los ojos preguntando inocentemente: “¿Quién soy?”. Aún puedo observarte frente al espejo cepillando tan celosamente tu negro cabello. Aún respiro la esencia de tu perfume.

Al caminar por las calles me haces falta, me acostumbraste a tus manos, y no hay día en que desesperadamente las busque para tomarlas. En cada sonrisa de un niño ahí estas. En las rosas del parque veo tu rostro. En el cielo, la imagen de los dos abrazados. Estás presente en todo lugar y en toda hora. Pero es en las noches donde tu recuerdo se fortalece. La brisa nocturna me envuelve con su dolorosa soledad. Trato de apaciguar ese dolor con un abrigo, pero me doy cuenta que no es la noche quien me lastima, ese mal nace de mi interior, y no he podido matarlo. Resignado, no me queda más que dormir. Espero en la oscuridad un beso de buenas noches, y al no tenerlo, en el silencio se escucha mi voz decir: “Sigo enamorado, tal vez, igual que ayer”.

A Ella.