jueves, 15 de octubre de 2015

A Cande

 

Fue una mañana del 14 de Octubre, hace un año, cuando caminando por las calles de un transitado día la vi, estaba ahí, en una veterinaria bastante descuidada, dentro de una jaula junto a otros cachorros. Me acerqué y ambos nos observamos fijamente, era tan tierna, tan blanca, tan pequeña, y al notar como movía su rabo por mi presencia, supe que era para mí. En ese entonces, el tema de los hijos se había volcado con todo su rigor a mi hombría, orillándome a cargar con un peso que lastimaba cada vez más a mi corazón. Yo, anhelaba tener a mi lado un ser que me necesitara y que requiriera cuidados y protección, y al serme negada esa oportunidad, me centré en la adquisición de la que hasta el día de hoy es mi más fiel y apegada compañera: María Candelaria “Cande”. 

Ella ha venido a complementarme, y me ha enseñado con su compañía el valor tan noble que representa, porque ellos, los peludos, también son resultado del amor que tuvo Dios por la creación de la vida. Sé que Cande no es una persona, mucho menos un bebé, y probablemente a otros ojos el lazo que tengo con mi mascota no sea sano, haciéndome parecer loco o ridículo. Sin embargo, me hace feliz, éste animalito logró llenar un vacío en mí, alegrando mi rutina con juegos, paseos y ladridos que ya forman parte de mis días. Si, también ha sufrido, se ha enfermado, ha llegado estar sola, pero sigue ahí, sigue conmigo, sin reprocharme ausencias y horas perdidas, solo espera tras la puerta, en calma, moviendo su rabo, esperando feliz mi llegada.

martes, 13 de octubre de 2015

Jaque Mate


Por mis venas no corre sangre egoísta. Al contrario, se me enseñó a ayudar a los demás, a ser servicial, y eso sin duda fueron enseñanzas que mi mamá me inculcó de pequeño. Sin embargo, toda esa bondad que viví de cerca en mi infancia, de alguna forma influyó en mi personalidad que hasta el día de hoy se encuentra muy latente. Me convertí en un hombre de carácter débil, bastante sentimental y emocionalmente muy frágil. Todo eso le ha valido a mi amor para colocarse en un punto en el que nunca pide nada a cambio y siempre da con amabilidad.

Ese tipo de amor, tan incondicional, tan propio de mí, ha estado presente en la mayoría de mis relaciones. Y le ha valido, para hacerme entregar en cuerpo y alma, en ocasiones incluso cegándome, y negándome a percatar de lo que realmente estaba viviendo. Hubo momentos en los que aún conociendo las realidades, yo continuaba ahí, porque esa frágil voz interior me decía que me dejara llevar, que amara y que no tuviera miedo de caer. Y así fue, así ha sido. Pero ya estoy cansado, ya mi corazón no tiene fuerza, y me pide a gritos que me libere de mí mismo.

Y sí, me da miedo, porque todo lo que he defendido se encuentra tambaleante al vacío. Pero necesito esto, necesito hacer una pausa y detenerme a recapacitar, pensar un poco más en mí, anteponer mis prioridades y mi bienestar. No quiero llenarme de odio, ni tampoco de rencor. Mucho menos dejar de escudar mis creencias, al contrario, quiero que sobrevivan por muchos años. Son decisiones que me aterran, pero necesito amarme a mí mismo y demostrarme que soy importante, y que a pesar de todo, valgo la pena.

lunes, 12 de octubre de 2015

Las mil y un historias de amor


Y entonces entendí que a veces el amor puede volcarse contra ti, probablemente para demostrarme que también puede ser muy cruel. Y es que en esta etapa de mi vida, me he dado cuenta que he conocido muchas formas de querer: amé en silencio, amé a escondidas, amé en la distancia, amé libremente, amé engañado, amé en plenitud. Si, vaya que han sido distintas maneras en las que he entregado mi cariño, pero en cada en cada aventura, en cada fuego ardiente y en cada restos de cenizas, mi alma fue dichosamente feliz, y palpitó al compás de suspiros dados al viento sin importarme si eran o no escuchados.

Todas esas historias ahora viven resguardadas en lo más profundo de mí ser, y de cada persona, de cada mano estrechada, he aprendido, para bien, para mal. Y no, no me arrepiento de nada, porque mi pasado ha sido determinante para descubrir lo que hoy en día soy, y si tuviera la oportunidad de cambiar algo, no borraría ni comas ni puntos, porque a pesar de todo, se me ha regalado un presente hermoso. Un presente que indudablemente le ha costado daños a mi corazón, pero que he sabido aliviar con el desahogo de esas palabras que viven en mis textos, y que me recuerdan, precavidamente, no cometer los mismos errores.

Plegarias al viento


Pequeño corazón, no emigres, ni te apartes de mí, aquí estoy, para continuar dándote calor. Refúgiate en mí, que mis brazos no se cansarán de sostenerte. Utiliza mi fuerza, para mantenerte en pie, para seguir andando, para dirigirte a tus sueños más anhelados.

Lucero resplandeciente, que no muera tu amor, aquí me tienes, para conservarlo vivo.  Roba mi risa, que ella alegrará tus días de lluvia. Recurre a mis ojos si no sabes a dónde ir, si estás en un laberinto, si nada te parece bello, si has perdido el camino.

Alegre gorrión, no vueles lejos de aquí, no canses tus alas, no anheles otra morada. Asalta mi resistencia y cobija tu corazón para que no desespere. Pero si no te es suficiente, y aun así decides marchar, lleva contigo todo esto que ofrezco, pues es mi voluntad.

jueves, 8 de octubre de 2015

El risco


Y fue así como me lanzaste al precipicio de mi desgarrada voluntad, despojándome de la razón y de los propios límites de mi cuerpo que ahora yace desnudo ante ti. Y aunque  en esa expulsión al vacío mi cordura gritaba que al caer no habría red para sostenerme, mi alma clamaba que me entregara y te amara de la manera en la que el tiempo y la luna me han enseñado a amar.

En esa caída, mis sentimientos renacieron, y mi corazón, que no dejaba de contraerse por el miedo, se cubrió de fuerza para afrontar toda adversidad. Incluso mis alas, que nunca antes habían titubeado y que me habían llevado por lo más alto de los cielos, aceptaron en silencio las razones de todo lo que sucedía; dejándose llevar junto conmigo a la profundidad del abismo.

Fue unos metros antes de tocar fondo que te busqué, estabas ahí, observándome de pie con tus ojos llenos de nobleza y tus brazos extendidos esperando mitigar el golpe. Y me di cuenta que había hecho lo correcto, que a pesar de todo, Dios había sido benevolente y nos había puesto en los mismos caminos para transitarlos juntos hasta que un día, nos lacemos los dos nuevamente al vacío.