jueves, 2 de mayo de 2013

Oda al dolor


Tranquilo, oh dolor, heme aquí, para satisfacerte. Sé que fue mucha tu espera, pero hoy, mataré tu apetito. Puedo ver tu desesperación, así que toma lo que tu hambre desee. Devora mis ojos, aquellos que alguna vez observaron cosas hermosas de este mundo. Regocíjate con mis labios, esos que probaron mieles exquisitas a la luz de la luna. Muerde mis manos, porque han acariciado distintos cuerpos desnudos que se entregaron a mí. Traga mi corazón, aquel que guarda una infinidad de maravillosas historias escritas en la privacidad de una alcoba. Y si estás sediento, te concedo una copa para que bebas de mi llanto.

Tranquilo, oh dolor, que aquí estoy yo para que continúes absorbiéndome. No te volverá a faltar nada, y te hago esta promesa, porque te observo tan frágil y desamparado que siento lastima por ti. Te doy mi palabra, no volveré a dormir, ni tampoco a soñar. En los años que me resten de vida, mi único propósito será el de servir a tu lúgubre presencia y estar eternamente a tus pies. En tu bandeja de plata siempre habrá algo gustoso al paladar. Tranquilo, oh dolor, pues conmigo sobrevivirás muchas décadas, y no será necesario buscar otro ser. ¿Por qué partir y recibir sobras?, si estoy dispuesto a obsequiarte un banquete.

No hay comentarios: