martes, 15 de marzo de 2011

Hasta luego


Te respondo de la forma en que me la pediste.

Ha pasado una semana desde tu llamada, y te he de ser honesto, no recordaba tu número. Me hablas, para confesarme que me extrañas y que dejarme fue un error, y me dices, me suplicas, que nos veamos en la ciudad que fue testigo de aquello que vivimos. Por un instante, en mi memoria renacen momentos que tuve que sepultar por tu partida, por tu adiós, y pienso, que no es justo que aparezcas nuevamente en mi vida tratando de que olvide todo y que regrese a tus brazos. Si, no negaré que a tu lado fui feliz, que eres una mujer muy hermosa y que me enseñaste un mundo completamente nuevo: ¡Que días!

Pero de la misma manera en que caé la ultima hoja del otoño, lo nuestro pasó, la llama se desvaneció con la luz del día, no hay más que cenizas. En mi corazón, sólo permanecen recuerdos de tu presencia, y de tu amor, no queda más que su sombra. Ojalá puedas perdonarme y renacer como lo hice yo, y comprendas, que mi cariño lo tiene otra, y que a pesar de todas las circunstancias a las que me estoy enfrentando, soy realmente feliz. No te guardo rencor, de verdad, ni siquiera lo pienses. Te fuiste pensando que era lo mejor, y hoy, me voy yo con la seguridad de que es lo mejor. Encontrarás la felicidad.

Alberto.

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