jueves, 29 de abril de 2010

Aquella noche lluviosa de junio

Todavía puedo recordar ese día, pasaban ya tres horas y dos minutos después de la media noche, me encontraba recostado en mi cama y mis ojos aún se mantenían atentos al techo de mí oscura habitación. Poco a poco el sueño se fue apoderando de mí, apenas había iniciado mi viaje al mundo de Morfeo cuando, de pronto, sentí una fría presencia rodearme, sentí como una mano acariciaba mis negros cabellos para después hacer lo mismo con mi pecho, en aquél momento no tenía noción alguna de lo que estaba sucediendo, ¿Quién era aquella criatura que había entrado a mis aposentos?, un poco temeroso dije: “¿Hola?”, pero no obtuve respuestas alguna, esa presencia me mantenía inmovilizado, ¿Habrá sido que una fuerza extraña se había apoderado de mí?, ¿O lo que sucedía era una simple jugarreta de mi imaginación? los minutos pasaron, y yo continuaba sin hacer un mínimo de movimiento, hasta que, de la nada, empecé a gritar iracundamente:

– ¡¿Qué sucede?! ¡¿Quién eres?!
– Soy, lo que soy – Dijo con una voz tan suave e hipnotizante al oído humano
– ¿Qué es lo que quieres aquí? – Respondí
– Te he estado observando, conozco tus miedos, sé perfectamente tus debilidades y lo que te puede hundir.
- ¿Cómo era posible que aquella criatura o aparición supiera de mí?, ¿Quizá la había negado desde siempre?, ¿O tal vez no quería reconocer que ha estado conmigo, y que en esos momentos de amargura siempre me abrazaba, aunque yo no la sentía?
- No te molestes en ocultar lo que piensas, puedo oír tus pensamientos – Me dijo
- Yo aún no daba cabida a lo que sucedía, pero su presencia me regocijaba, me gustaba sentir su frio cuerpo junto a mí, y decidí dejarla recostarse, fue en ese momento cuando la vi frente a frente: sus ojos eran realmente penetrantes y de un negro intenso, sus rasgos delicados de su rostro parecían a los de una rosa, pero era una mascara que ocultaba la maldad y la crueldad que yacía en ella, sus suaves y delicados senos eran perfectos, te invitaban a la lujuria, pero el precio a pagar no se pagaría en esta vida, sino en aquella donde el cuerpo vuelve al polvo de donde pertenece.
- Cierra los ojos, y déjate llevar, yo estaré aquí, jamás nos separaremos, simplemente porque gozo estar a tu lado - Me susurró
- Pasó su mano sobre mi rostro y perdí la noción del tiempo.

Aquella noche, aquella noche lluviosa de junio, la soledad durmió a mí lado y, desde entonces, su presencia sigue aquí.

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