sábado, 24 de julio de 2010

El obsequio


No era mi cumpleaños, tampoco nuestro aniversario, mucho menos alguna fecha especial para celebrar. Pero gracias por el presente. No necesitaste de caja para depositarlo, no fue necesario un lujoso y fino papel que lo engalanara, no requeriste de tarjeta alguna que anunciara el remitente, vamos, ni siquiera tuviste que derrochar fondos para conseguir un costoso y extravagante objeto que me hiciera reconocer el amor que me tienes. Para entregarlo, simplemente esperaste a que la luna iluminara la solitaria noche y me llamaste a esa habitación de hotel.

Me recibiste recostada, saludé, pero no obtuve respuesta. Al irme acercando hacía ti pude observar el obsequio, sus facciones eran lúgubres y me invitaban al delirio, era adornado de arriba abajo con un luctuoso listón negro. Su piel era rosada, aterciopelada y tenía un aroma realmente exquisito. Mis manos empezaron a palpar lo que me estabas entregando, tu respiración empezó agitarse, el simple contacto de mis dedos te estremecían, hasta que ya no pude más y sentí la necesidad de jalar aquél listón, esa noche, sucedió.

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