martes, 13 de julio de 2010

Su lúgubre mirada


La conocí a media noche, en uno de esos días en los que el insomnio me invade. La luna era deslumbrante, y una fría brisa inundaba las solitarias calles, desde la ventana de mi habitación pude observarla, vestía un manto negro terciopelo y dulcemente tarareaba una melodía de caja musical, su piel era blanca como la nieve y sus largos y negros cabellos eran movidos rítmicamente por el viento, se detuvo justamente bajo mi alcoba y me miró fijamente, sus ojos eran extrañamente brillantes, tal mirada fue suficiente para aumentar el latido de mi corazón, sentí como un leve respiro llegó hasta mi rostro y me hizo bajar la cabeza, al levantarla, aquella sombría dama ya no estaba ahí, se había ido, así que decidí esperar a que apareciera nuevamente, pero la espera fue en vano, no regresó, cerré la ventana y me dispuse a dormir.

Pero dormir fue imposible, no podía quitar de mi pensamiento sus brillantes ojos. Traté de conseguir el sueño pero era una batalla sin victoria, su mirada estaba ahí, me recosté en varias posiciones tratando de relajarme, pero su mirada estaba ahí, prendí la radio esperando escuchar alguna canción que me calmara, pero la melodía que le escuché tararear estaba en todas las frecuencias, ¿cómo era posible?, ¿qué era exactamente lo que había visto? Repentinamente empecé a sentir escalofríos por el miedo provocado, mi desesperación llegó a tal extremo que sentí la necesidad de dirigirme a la cantina de la sala a tomar una copa de whiskey. Luché por calmarme y explicarme lo sucedido, esto era absurdo, por supuesto que fue un sueño, producto de mi imaginación.

Ante tal conclusión decidí regresar a mi habitación, pero la ventana estaba abierta y una gran corriente de aire había enfriado el lugar, estar ahí era como estar en una nevada, hacía mucho frio. Tuve que coger una manta y cubrirme, me acerqué a la ventana para cerrarla, pero comencé a temblar, mi quijada vibraba, quise correr pero no pude, la luna brillante que estaba presente hace unas horas había sido cubierta por una oscuridad muy densa, y en el tenebroso cielo ahora se dibujaban los brillantes ojos de aquella dama. Desde esa ocasión no he vuelto a dormir, cada noche su lúgubre mirada me continúa atormentando, sus ojos siguen fijos en el cielo, no parpadean, me ven, me observan...

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